Un poco de historia sobre El Tarot...
- Luz Cosmica - Buena Vibra & Reiki
- 24 abr 2020
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Cuenta la leyenda que la historia del Tarot se remonta a las primeras décadas del siglo XIII cuando los mercaderes del Mediterráneo recorrían la extensa Ruta de la Seda por China, Persia y África, trayendo entre sus pertenencias el primer mazo de cartas conocido en Occidente, llamado Mamluk. Su origen era islámico y estaba organizado en cuatro palos.
Durante el siglo XV, en Europa, a los naipes se incorporó un quinto palo: los triunfos, que eran cartas con dibujos de flores o escenas variadas que resultaban superiores a las de los palos ordinarios. Sus figuras eran casi las mismas que en la actualidad conocemos como los 22 arcanos mayores del Tarot.
Con la incorporación de los triunfos nació un nuevo juego llamado Tarocco o Tarocchi en Italia, Tarock en Alemania y Tarot en Francia . El primer mazo completo del que se tiene registro es el bellísimo y lujoso Tarot de Visconti-Sforza, hecho a mano alrededor del 1440 por encargo del Duque de Milán, donde ya aparecían figuras emblemáticas como La Emperatriz, El Colgado o El Mago y casi todas las demás que componen hoy los arcanos mayores, con una salvedad: La Torre y El Diablo. No se sabe a ciencia cierta si faltan porque se perdieron o todavía no formaban parte del juego.
Para fines de este siglo, el mazo ya estaba organizado en 78 cartas: 22 triunfos numerados del 1 al 21, más El Loco, la carta que no tiene número (algunas versiones le ponen 0), y 56 cartas divididas en 4 palos: Oros, Bastos, Espadas y Copas que van del 1 al 10, más sus correspondientes figuras (Rey, Reina, Caballero y Paje); y empezó a tener otro uso: el adivinatorio. Aparentemente era común en las reuniones sociales pedirles a las doncellas y los caballeros que sacaran al azar alguno de los 22 triunfos y a continuación, describir su personalidad o destino en función de la figura elegida.
El secreto de Marsella
A principios del siglo XX, en excavaciones realizadas en un pozo del Castillo Sforza en Milán, se encontraron cartas del siglo XV con el típico diseño del Tarot marsellés. Esto reforzó la vieja teoría de que el Tarot, el primero y verdadero, nació en Marsella.
Philippe Camoin, descendiente de uno de los más antiguos impresores de Tarot de Marsella, y Alejandro Jodorowsky, el tarólogo más reconocido a nivel internacional, sostienen que los sabios de cada religión preservaron los secretos sagrados de la humanidad en los populares naipes, antes de que las guerras y los enfrentamientos acaben con el conocimiento ancestral.
Las cartas del Tarot tienen símbolos de las religiones judía, musulmana y cristiana
En ese sentido, Jodorowsky señala símbolos claramente cristianos (El Papa, La Papisa, El Juicio), referencias a la Cábala judía (los 10 botones de la pechera de El Colgado se asimilan a las 10 sefirot del Árbol de la Vida) y a la tradición iniciática musulmana , con el 9 como número sagrado (el círculo de 9 puntos del As de Copas). De esta forma, los secretos fueron ocultados durante años a plena luz del día.
Misterioso y atrapante
En París, durante el siglo XVIII, proliferaban las sectas ocultistas y las logias secretas como la Masonería. Así, el lenguaje fascinante de las cartas dio lugar a nuevas interpretaciones. La más popular sostenía que el origen del Tarot era egipcio y que se trataba del verdadero libro sagrado del dios Thot. Florecieron analogías directas entre el Tarot y la Cábala, o el Tarot y la Astrología. Desde entonces y hasta el el siglo XX se produjeron algunos de los mazos esotéricos más conocidos, como el de Aleister Crawley y el Rider-Waite, de Arthur E. Waite, ambos miembros de la Orden Hermética del Alba Dorada. Su uso para adivinación se volvió masivo y llegó a casi todos los rincones del mundo. También la psicología, la antropología y la historia encontraron en sus cartas un material de investigación. Los museos más importantes del mundo, como el de Milán, el Británico o la Biblioteca Nacional de París conservan mazos y cartas entre sus riquezas.
En los años 1960, el Tarot tuvo su revival gracias a la cultura hippie, y desde entonces, aun con más fuerza, sus imágenes y símbolos siguen siendo interpretados bajo infinitas ópticas. Los dibujó el maestro argentino Xul Solar, en los 50 y Salvador Dalí en los 70. Hoy hay una cantidad incontable de ilustraciones: de animales, flores, druidas, ángeles; también eróticos y hasta abstractos. En cada versión, los autores ponen mucho de su propia visión de este lenguaje subyugante.
Las discusiones acerca de la validez de una u otra interpretación están a la orden del día, pero las diferencias no hacen más que confirmar la tremenda fuerza que estos dibujos, obsequio de sabios e iluminados, sigue ejerciendo sobre nosotros como amuleto para enfrentar con valor y belleza el gran desafío de vivir.
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